Pasan los años y, por un motivo u otro, objetivos, tareas
o ejercicios que antes llevábamos a término en un santiamén de repente empiezan
a costarnos más o ni siquiera podemos volver a repetirlas. De la misma manera, con
cada vez menos frecuencia nos enfrentamos a casuísticas que encaramos por
primera vez y nos supongan una novedad, tal y como comentamos en un pasado post.
Sea como fuere, mantener la capacidad para hacer ciertas cosas poco a
poco va dejando de estar al alcance de todos para acabar convirtiéndose en un
lujo. Muchas de ellas son acciones sin importancia, pero el mero
hecho de llevarlas a cabo es un pequeño éxito que cualquier día se empieza a celebrar
por todo lo alto, mientras levanta ampollas o admiración en piel ajena:
- Poder plantearse la posibilidad de volver a dejarse el pelo largo cuando ya has superado, con alta probabilidad, el ecuador de tu existencia.
- Volver a enfundarse la misma camiseta que hace 25 años y llevarla con dignidad, también.
- Poder comer de todo, bien se merece un homenaje.
- Que no te duela nada o casi nada, y eso que sólo llevas una vida moderadamente ordenada y moderadamente sin excesos.
- Irse a cenar con los amigos de toda la vida, si es que te quedan, claro.
- Poder hacer ciertas marcas en carreras populares, e incluso salirse del mapa en tu grupo de edad, pues merece un pequeño elogio grupal
A pesar de que la técnica, la tecnología, los avances y
nuestra forma de vida estiran nuestras capacidades hasta edades sorprendentes,
la cruda realidad nos pone en nuestro sitio, no obstante: en el
pueblo, por ejemplo, durante las cenas de Quintos que por fortuna suelen tener un carácter
decenal en nuestro caso, es fácilmente reconocible detectar cómo el paso del
tiempo pasa inexorable. Así, la proporción de señoras y señores va en aumento sin
pausa pero sin prisa, de la misma manera que desciende la de chicas y chicos.
Será por los peinados que gastamos, por las pintas que llevamos o por el tamaño
de la cintura, pero es una guerra perdida, siempre.
Otra forma de cristalizar ese lujo es a través de los bienes
materiales: personas que se compran un coche o unas gafas de sol, por
ejemplo. Por supuesto, porque se lo pueden permitir – todo un lujo-, con un
pero: aquí el
dinero hace de facilitador, y no debemos olvidar que el dinero ayuda pero ni lo
es todo ni puede comprar todo, todo, todo.
Por desgracia, también hay personas que ya no se pueden permitir nada
o casi nada, bien por falta de recursos, por falta de tiempo, o por
falta de ganas. Y esto no deja de ser una pena, sobre todo porque muchos de ellos
ya han adoptado una política de brazos caídos: se han rendido.
Sea como fuere, todos, absolutamente todos, podemos
acceder a experiencias, ambicionar bienes o hacer actividades, que, dentro de
nuestro ámbito de gestión, estamos en condiciones de podérnoslas permitir. Se
trata de ponerlas en valor y compartirlas con los nuestros, que deben celebrarse
en compañía por pequeño éxito que sean como si fueran el último, por lo que
pudiera pasar y no vaya a ser que mañana ya no estés en disposición de hacerlo.
En resumen: carpe diem !
ResponderEliminarUn post muy bien explicado, con todas las cosas que creo que son vitales, para vivir la vida.
ResponderEliminarWow me ha encantado no puedo estar más de acuerdo contigo para mí es un lujo ver una puesta de sol o las estrellas desde un punto que se dejen ver mucha gente creerá que soy una estúpida romántica pero a mí me encanta��
ResponderEliminarUn lujo también es escribir tan bonito como tú lo haces y a la vez transmitir tanto eso muy poca gente tiene ese don créeme enhorabuena
ResponderEliminarAceptar las limitaciones que se van presentando con el paso del tiempo, aceptarlo que no es lo mismo que resignarse. Aceptar es una manera sana que lleva a buscar otras alternativas, a lo que ya no se nos da tan bien.
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