domingo, 30 de abril de 2023

Colaboración vs cooperación vs coopetición entre empresas: ¿Cuál es la mejor opción?


Articular propuestas para ir más allá a costes asumibles y tiempo razonable, no es tarea fácil - más bien todo lo contrario. Y es que no todas las empresas se lo pueden permitir: el día a día no lo permite, las micro tareas nos consumen y al final del día se dedica poco tiempo al medio y largo plazo. Si Google tiene entre sus buenas prácticas la de dedicar el 20% de tu tiempo a cualquier actividad que tú elijas que pudiera llegar a tener impacto en la organización a medio y largo plazo, - y así surgió Gmail, por ejemplo- ¿Qué nos impide poder aplicárnoslo a nosotros mismos a la hora de innovar?


Sin recursos, medios o tecnología, ¿ qué tal apalancarse en alternativas imaginativas y económicas que permitan alcanzar los objetivos que nos planteamos? ¿Alguna vez has oído hablar de las palabras colaboración, cooperación y coopetición? Hoy en día, estas palabras se utilizan con frecuencia en el mundo empresarial, pero muchas veces se confunden o se utilizan indistintamente. Intentaremos explorar las diferencias entre ellas y cómo pueden aplicarse en el ámbito empresarial.

La colaboración se refiere a trabajar juntos en un proyecto común o objetivo compartido. Las empresas pueden colaborar para desarrollar un nuevo producto, por ejemplo, o para resolver un problema complejo. En una colaboración, cada empresa aporta sus recursos y conocimientos para alcanzar el objetivo común.

Por otro lado, la cooperación es el proceso de trabajar juntos para lograr un objetivo, pero sin necesariamente compartir un objetivo común. Las empresas cooperan cuando trabajan juntas para lograr un objetivo, pero sin comprometer sus objetivos individuales. Por ejemplo, una empresa puede cooperar con otra para aumentar su presencia en un mercado en particular, pero cada empresa tiene sus propias metas y objetivos.

La colaboración público - privada y las ayudas que emanan desde la administración pública promueven, via consorcios, la colaboración y cooperación entre empresas, y entre empresa pública y privada, para alcanzar objetivos que de manera individual serían inasumibles. En estos casos es importante definir claramente los roles y responsabilidades de cada empresa, qué pinta tiene el éxito para cada una de ellos y a quién pertenecerá el know-how generado. Por tanto, la mentalidad con la que se afrontan es importante y no todas las empresas, o más bien, sus dirigentes, están preparados para ello. Ante ello, recomendación: intentar construir relaciones win-win entre las empresas, poniendo el foco principalmente en aquellas que nos complementen y nos ayuden a crecer.

Por último, la coopetición se refiere a una situación en la que las empresas cooperan y compiten al mismo tiempo. En otras palabras, se trata de una colaboración entre empresas que compiten en un mercado determinado. La coopetición puede ser una forma eficaz de mejorar la posición de las empresas en el mercado y aumentar la innovación, ya que cada empresa está motivada para superar a sus competidores.

Ejemplos de coopetición pueden ser:
  • Coopetición entre start-ups para afrontar proyectos de Corporates, cuando por si mismo no son capaces de abarcar todo el alcance, o no tienen todas las capacidades necesarias
  • Coopetición entre competidores para generar una estructura mínima de reglas o procesos en ámbitos o tecnologías todavía muy preliminares, en fases muy tempranas o de las que no se tiene todo el conocimiento, de manera que se puedan llegar a articular en tiempo récord la arquitectura mínima desde la que poder lanzar sus verticales de negocio. Ejemplos de este caso puede ser la comunicación V2X (comunicación del vehículo en tiempo real con otros vehículos, la ciudad, google maps, el tiempo, las señalética, etc).

En resumen, la colaboración, la cooperación y la coopetición son diferentes formas de trabajar juntos en el mundo empresarial. Cada una de estas formas puede ser útil en diferentes situaciones y puede ayudar a las empresas a lograr sus objetivos. 


 #colaboración #cooperación #coopetición #empresas #trabajoenequipo


domingo, 23 de abril de 2023

La montaña de libros de mi mesita de noche y el caos de mi cabeza


En el día del libro, una imagen vale más que mil palabras: os presento a mi mesita de noche y a los libros que descansan sobre ella. Cada vez que hago entrada en la habitación, una pregunta me asalta - ¿a qué chalado se le ocurre tener tal figura arquitectónica junto a su lecho? - y una impresión: dice poco del durmiente.

Superado el sobresalto inicial y siguiendo el rol de espectador, el escenario me sugiere curiosidad y admiración. Curiosidad por los títulos - ¿de qué van, por donde va y cómo llegaron a manos del dueño? - y admiración por la capacidad de cambiar de temática de una noche a otra. Pues bien, debo reconocer que hay un poco de truco en todo esto: llevo algunos meses sin tocar alguno, otros los he leído ya pero tengo pendiente hacerme un resumen para poder volver a él cuando me haga falta. Ergo en realidad sólo tengo dos o tres en marcha.

En realidad, la foto puede perfectamente representar mi caos y el de mi cabeza: un cúmulo de ideas dispersas, falta de foco. Desde otro punto de vista, los temas que a día de hoy me obsesionan, la curiosidad innata por cualquier tema que, por la razón que sea, suscite mi interés, y la necesidad de ficción que tengo en mi vida.

De un tiempo a esta parte imaginé que podía dar vida a mis libros. Los que compro, los que me regalan y los que regalo. ¿De qué manera? Dedicándolos, por supuesto. Y si son para mí, indicando fecha de compra, racional por el que llegó a mis manos, ... y lo que se me ocurra. ¡Es una buena práctica que recomiendo!.  

Los libros, como las bicis, no se comparten. Lo siento pero el riesgo de quedarme sin él es demasiado alto. Yo hice sufrir a un amigo por ello. Todavía recuerdo cuando en la Universidad, con unos 20 años, uno de ellos me dejó la primera edición de "Tropas del Espacio", hoy libro y película de culto, y.... no sé donde lo metí. Menuda ofuscación se llevó el hombre. Todavía hoy me lo recuerda.

En la imagen, a la derecha, aparecen unos lápices: los utilizo para subrayar frases o párrafos de interés, marcar con una almohadilla palabras clave o hacer comentarios o chascarrillos a mí mismo. A mí me parecen imprescindibles para exprimir el relato - ¿Qué usáis vosotros?.

Hay gente que lee sentada, otras en la cama. O los combinan. Yo soy más de lo segundo, de toda la vida. Me suele asegurar un sueño más profundo y reparador: baja mis pulsaciones y me relaja. 

De todos los libros se aprende, pero mientras que los de ficción evaden, los de temática específica regalan otras habilidades. Ofrecen una nueva forma de estudiar, quizás dramatizada en torno a una o varias historias que hacen de hilo conductor,  pero que tienen un mensaje al fin y al cabo. De ahí, de nuevo, la importancia de tener cerca lápices afilados. Y la convicción de que todos los días, aunque sea a través de la lectura de una página, estudio.

Con el tiempo, me he vuelto un poco extremista en un aspecto: sólo regalo libros. No falla (salvo que el libro no guste), es un deleite que se ofrece poco a poco, y encima puedes hacerle una dedicatoria única e irrepetible a la contraparte. What else?

Mejor en papel: llámame viejo, pero no es lo mismo mirar teta que tocar teta. El olor, el tacto, el color de las páginas e incluso la portada son parte de la experiencia. Cuando leía con Kindle me pasaba que al final no me sabía ni el título del libro que me estaba leyendo. 

¿Y el buen sabor de boca que deja colocar un libro, ya leído, en la estantería? Manoseado en todas sus páginas, subrayado donde toca, dedicado y con la posibilidad de una segunda vida, quien sabe cuando y con quién. Resultan ser la mejor decoración de la casa. 

En verdad es que los libros son un gran compañero de viaje, ¡no fallan! Son el mejor amigo del hombre. ¿Os sucede lo mismo, o soy un rarito solitario?

Al final este post ha acabado siendo una carta de amor al libro - qué cosas.



sábado, 1 de abril de 2023

Noche de furia en Berlín (por una maleta olvidada)



Me gustaría compartir con vosotros la siguiente historia, toda una experiencia personal, acontecida a principios del mes de Marzo en #Berlín , ciudad de los espías por antonomasia: acerca de cómo una situación inverosímil, rocambolesca y naïve provocada inintencionadamente por el que suscribe se revolvió contra mí, convirtiéndose en un escenario semi apocalíptico; y de cómo, a base de determinación, conocer el sistema con sus fortalezas y debilidades, creer en uno mismo, acudir a la experiencia y tener fe en las personas, fui capaz de revertir la situación. Porque sí, spoiler: hay #finalfeliz.  


Y es que: #loquemepasaaminolepasaanadie   

Contexto: 14 de marzo, Evento Rethink! Smart Manufacturing Europe 2023 en Berlin.   

1730h. Hotel ProArte Berlin. Cierre del evento #SmartManufacturingEU . Momento de plegar velas y arreglar el planeta con tu Supervisor mientras tomas unas cervezas. Debate sobre lo humano, lo divino y para cuándo el final del mundo mientras la camarera me monta un pollo porque le quito la mostaza a la mesa de al lado en vez de pedírsela a ella. Lo que no entiendo es por qué se llevó la nuestra cuando nos puso las patatas fritas de bolsa.   

1900h. Estación de tren - Bahnhof Berlin Friedrichstraße. Tengo mi billete de ida y vuelta sacado en el aeropuerto, así que kein problem: no hay nada como tomar un tren en el que coinciden final de trayecto y tu destino - no tiene pérdida y te puedes quedar dormido, pues te despertará el revisor cuando haga la ronda antes de la siguiente partida.   

1905h. Subo al tren. Me acomodo. Es rojo, sin más. Coloco el equipaje (maleta de viaje que heredé de mi abuelo y una mochila de ordenador con forma de caparazón - muy bonita y además parezco una tortuga ninja, pero nada funcional) en el hueco del asiendo contiguo. Voy a llamar a casa para decir que todo en orden. Mientras hablo con #valencia y #california via #whatsapp, ¡ostras!, que no he validado el billete - no pasa nada, acaban de anunciar que el tren va con retraso. Honremos la cultura alemana y su obsesión por la perfección: asomo la cabeza y visualizo la maquinita a escasos 5 metros de la puerta, así que me apresuro a validar el ticket. El dispositivo hace su trabajo y ya tengo el billete con la fecha impresa: me giro, orgulloso de mi buena acción del día, más a falta de escasos dos metros de volver al vagón, la señal sonora indicativa de Cierre de Puerta suena delante de mis narices, mientras me abalanzo con cara de incredulidad pero sólo alcanzo a darme de bruces con ella.   

"Que se ha cerrado la puerta, que se ha ido el tren", balbuceo repetidamente mientras retransmito mi performance a toda Valencia y California, que asisten extasiados al desarrollo de la tragicomedia mientras comen palomitas sentados en un sofá. Me siento como Jim Carrey en El Show de Truman. No me lo puedo creer, y no puede ser que me esté pasando a mí. Eso sí, mi momento de gloria no hay quien me lo quite: me he convertido en la atracción del andén. Desde casa preguntan qué ha pasado, y cómo ha podido pasar. Estoy en shock, sin documentación ni ropa de abrigo, pero con mi ticket validado, una tarjeta de crédito y mi teléfono personal. Corto la llamada de WhatsApp sin ni siquiera despedirme.  

1910h. La incredulidad me dura 15 segundos. Tengo que hacer algo o al día siguiente no vuelvo a Valencia salvo milagro - que no me pidan la documentación. Pero seguro que hay alguna solución, tiene que haberla. Bajo al vestíbulo donde están todas las tiendas típicas de cualquier estación de #movilidad y las oficinas de información. Voy primero a Deutsche Bahn, la Renfe alemana, y les explico la situación, pero me remiten al mostrador de Información de Metro Berlín. Corriendo acudo a esta segunda localización, pero…. Como era de esperar, me envían de vuelta al inicio de mi periplo - es entonces cuando reniego de la falta de voluntad por ayudar y de hacer lo mínimo necesario. Murmullo y maldigo al mismo tiempo. Vuelvo a DB y repito mi situación, ante lo cual me ofrecen un folleto con teléfonos, entre ellos el de Objetos Perdidos. Se me ocurre que aquí tengo poco que hacer y que lo mejor es que yo mismo persiga la maleta.   

1915h. Sale el siguiente tren hacia la estación, pero hace parada en todas las estaciones: mal, pero es lo que hay, así que no queda otra y subo. Mientras me acomodo visualizo mentalmente cuáles deben ser los siguiente pasos: sigamos el procedimiento establecido, que para eso está. En función de los resultados, podremos hacer algo en el aeropuerto o plantearnos acciones más radicales.   

Seamos optimistas y dejemos correr nuestra imaginación bondadosa: un alma caritativa se habrá apiadado de mí y mi maleta, y con una intuición mayúscula, recogería las maletas y las llevaría directamente a Objetos Perdidos. Mientras tanto, a por la acción de emergencia: Objetos Perdidos.   

Llamada en espera de 15 minutos con una música infernal que sólo da ganas de colgar, pero es que no tengo otra alternativa. Finalmente un señor muy amable me torea y me dice que hasta que no reciban algo, no pueden hacer nada. Hay que buscar alternativas: el 112 alemán, seguro que de un telefonazo envían a alguien a recoger la maleta.   

Llamo, responden enseguida y les persuado del riesgo de que se pueda considerar mi equipaje como una potencial bomba que no es: ni por esas. Estos, que son más papistas que el papa cuando quieren, están en modo relax y no hay manera de levantarlos del modo slow. Pues sólo queda esperar y jugárnosla a lo que nos encontremos en el aeropuerto de Berlín.   

20.00h. Llegada al aeropuerto. Visualizo las maletas de los pasajeros, por si algún alma cándida se ha dignado a sacarla. Nada. Empiezo buscando trenes similares al que perdí: rojo. En el momento de la llegada, al menos dos están parados otros andenes. Paso de una plataforma a otra subiendo y bajando escaleras como si no hubiera un mañana, pero mi búsqueda es infructuosa.   

La oficina de Objetos Perdidos es mi próximo objetivo: de lejos la visualizo pero tiene las luces apagadas. Me acerco y a las 17h cierran. Una posibilidad menos, y mis recursos se están acabando, quizás hay que pensar en un plan la manera de subir al avión sin que me pidan el DNI. Me encaro cabizbajo, taciturno y arrastrando los pies hacia el hotel, que espero sea misericorde conmigo y no me pida papeles. Es entonces cuando me encuentro con un mostrador de información y una señora bajita y sin rasgos germanos. Última bala. Le comento la historia, y primero me regaña para sugerirme que intente hablar con algún conductor de tren, pues entre ellos y sus trenes se pueden comunicar.   

La esperanza es lo último que se pierde, así que bajo de nuevo a los andenes. A lo lejos hay un tren parado y dos señores charlando amigablemente con uniforme, presumiblemente, de revisor. Me acerco a ellos con cara de cordero degollado, les cuento la historia, y al menos muestran cierto interés. Me aproximo al panel de los horarios para ganar precisión en mi relato: les indico la hora de llegada del tren con mi maleta, y mi número de tren.   

Comentan entre ellos en alemán, hacen alguna búsqueda en sus móviles respectivos y proceden a llamar. Cinco minuto de angustia. ¡Touche! Parece que han dado con el tren de mi maleta, y a continuación, con mi equipaje! Y me indican que, para recuperarla, debo volver a Berlín Estación Central y esperar al paso de un tren por la vía 12 a las 22:20h. Será un tren doble, y la maleta estará bien el final del primer tren, bien al principio del segundo. ¡Vamos!. Las posibilidades han crecido, tenemos que hacer un último esfuerzo.   

Subo al siguiente tren hacia Berlín, con la fortuna de que uno de mis nuevos amigos también viajará en él. El viaje se hace interminable, pero finalmente llego a las 2200h a mi destino, y mi amigo el revisor se asegura que haga lo correcto. Me separan 20 minutos de mi equipaje, si lo consigo será una historia para ser recordada. Me encuentro con una parrilla de horarios y la aprovecho para, concienzudamente, verificar que efectivamente por esa vía pasará un tren - eso pone el papel. ¡Que no haya retrasos! Cruzaremos los dedos.   

Tras 20 minutos que se estiraron como un chicle, aparece efectivamente, a la hora acordada, un tren rojo similar al que dejé escapar. De hecho, ¡dos trenes concatenados! Por ahora todo coincide. Mi posición en el andén está demasiado adelantada, así que pasan por mis narices el culo del primer tren y la cabeza del segundo, pero no me ha parecido ver nada reseñable. No obstante, esprinto para posicionarme donde toca, entre los dos trenes. Y es entonces cuando me aparece un ángel de la guarda vestido de revisor, la maleta de mi abuelo y la mochila de mi ordenador, y me informa rápidamente que ha verificado que todo está en su sitio. Le doy un abrazo y las gracias en inglés y alemán, mientras se introduce de nuevo en el vagón para hacer el bien, quien sabe a cuántas más personas.   

Bueno, respiro profundamente y dibujo una medio sonrisa en mi cara mientras encaro hacia mi próximo tren, el que me llevará, otra vez y de manera definitiva, al aeropuerto de Berlín. Valido un nuevo billete con tiempo más que de sobra. De camino, todo son llamadas y agradecimientos. La adrenalina por las nubes y la certeza de que no podré dormir esta noche.   

Menuda aventura: a las 23:20h entraba en el hotel. Me han sobrado 40 minutos de mi objetivo de solucionar el problema antes de medianoche. Al día siguiente, pude volar sin sobresaltos a casa. Dicen que la gente estresada recurre a los deportes extremos para poder evadirse y olvidar los vaivenes de las jornadas de trabajo interminables. Yo, cuando lo pienso, todavía se me acelera el corazón.   

¿Lo que más me llamó la atención? 


Agradecí que mis pertenencias hubieran viajado por todo Berlín sin ser tocadas Que nadie informara a la policía de que un equipaje viajaba sin atención Estaba convencido de que el sistema, o dicho de otro modo, Deutsche Bahn, me podía dar una solución, pero se pusieron totalmente de perfil     

¿Aprendizajes? 


Muchos: 
  • Cómo un segundo puede cambiarlo todo - de visualizar una tarde agradable frente al ordenador escuchando música, a ponerme en mono trabajo, sacar lo mejor de mí y, en definitiva, pasar una noche de furia en la ciudad de los espías 
  • Somos responsables de nuestras acciones: no podía señalar a nadie más que a mí por el error perpetrado, y de la misma manera, me aferré a mí y mis cualidades, con mis virtudes y defectos, para sacar la situación adelante 
  • Ser más papistas que el papa puede ser contraproducente: validar el billete, por mucho que estés en Alemania, fue un riesgo innecesario: seguro (o no) que el revisor, que nunca pasó, lo hubiera entendido (o no) puesto que es de sentido común que ese billete va a morir conmigo cuando vuelva a casa. 
  • Qué frágiles somos: sin documentación, sin ropa, y sin posibilidad de reacción porque eran las 8pm pasadas, los efectos eran bastante dolorosos. 
  • Si buscas a la suerte, las probabilidades de encontrarla aumentan exponencialmente. 
  • En realidad creí en mí mismo porque era lo único que me quedaba, y con los medios que disponía (mi móvil personal, el ticket validado y la tarjeta de crédito), llegué todo lo lejos que pude. Cuando estas tan sólo, te aferras a lo que tienes. 
  • La cara de perplejidad me duró… 15 segundos: en seguida me puse manos a la obra. Tenía hasta media noche aproximadamente para solucionar el entuerto, y a las 23:15 estaba entrando en la habitación del hotel (corría riesgo de no-show, pero por fortuna esto no tuvo lugar) 
  • En realidad, de todo el equipaje que transportaba, lo único que me interesaba era: 
    • La cartera, obviamente: por las tarjetas, el DNI y el carné de conducir. No llevaba dinero en billetes. 
    • El móvil? No. Es un iPhone del 2017 aproximadamente cuya duración de baterías se estima en 3 horas. 
  • Vayas donde vayas, hay gente para todo pero siempre hay gente buena: sólo hay que buscarla, y luego encontrarla. 
  • ¡Qué importante es reírse de uno mismo! 

¿Y a vosotros? ¿Os ha pasado algo tan rocambolesco?   





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