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martes, 31 de marzo de 2020

Pandemias, políticos, científicos y Félix Rodriguez de la Fuente

El animal humano. Félix Rodríguez de la Fuente | Cineteca


Vivimos tiempos de zozobra. La pandemia nos ha atropellado de forma brutal, ahora que la tercera parte de la Humanidad, dos mil seiscientos millones de personas, viven en estos momentos encerrados en sus casas. Resulta evidente que andamos con dudas, con miedo, con mucha incertidumbre. Pero éste es también un momento muy fértil para repensar el futuro, y para aprender y sacar lecciones útiles, desde las más intimas, a las colectivas. Desde el tele-trabajo hasta las pautas de conducta social.


Si bien conocemos, con una gran claridad, cuales son los procesos que tienen lugar en los ecosistemas terrestres, si bien sería posible copiar esos procesos para que la propia humanidad los llevara a cabo, sin embargo, los ecólogos y en definitiva los sabios, tienen muy poco que hacer, aún, en el presente y futuro próximo de la humanidad. ¿Por qué? Por una razón muy sencilla: porque,aunque parezca mentira, cuando la Humanidad tiene que tomar una medida inmediata, drástica, absolutamente trascendente:

  • Cuando usted por ejemplo, le tienen que operar de apendicitis, llama a un científico, a un medico, un cirujano, para que lo haga. 
  • Cuando usted o yo tenemos que curarnos de una pulmonía, echamos mano de un antibiótico, que ha sido descubierto por un científico, 
  • Cuando hay que hacer un puente para que pase sobre él un ferrocarril que no queremos que se caiga en el momento que vamos dentro, echamos mano de otro científico, de un ingeniero.


Ahora bien, cuando se quieren tomar medidas a medio y largo plazo, quién lo decide es un hombre que generalmente tiene muy poco de científico y si lo tiene es por casualidad:  es un político, en la base de cuya política hay filosofía, pero muy pocas veces ciencia, que tiene unos asesores científicos a los que puede escuchar o no, pero que generalmente lo hace en función de la importancia que tenga el asesoramiento para su campaña electoral o para sus presupuesto de acceso al poder, o de permanencia en el poder.

Aunque parezca mentira, la ciencia nos puede otorgar los elementos que precisamos para salvar la Humanidad. Sin embargo, las decisiones no pueden aún tomarlas los científicos: las toman los políticos, y en la base de los políticos: los filósofos, que siempre serán considerados portadores de la verdad. Se han cansado de decir los científicos que no se puede montar una sola fábrica sin una planta depuradora convenientemente instalada.

La verdad es que no se ha dejado de montarse una sóla fabrica, con la planta transformadora o depuradora o recicladora  de los elementos que esa planta industrial está echando a la naturaleza, porque la administración ha decidido que eso sería demasiado caro y que se perdería la capacidad competitiva del producto que se engendra en esa unidad industrial. De nada ha servido el informe de la ciencia.

Todo es susceptible de revisión. Pero por encima de este algo, hay algo que debería quedar ya fuera de discusión para siempre: la ciencia, la investigación, la planificación frente a emergencias. Ésta es nuestra gran defensa contra las pandemias, contra el cambio climático, contra todo. No se pueden ignorar sus advertencias.

La ciencia da un informe de que si se cazan más ballenas azules, la especie desaparecerá. Los políticos, los administrativos de la pesca en naciones como Japón, Noruega o Rusia, no los científicos, han decidido que se sigan pescando más ballenas.

Esta es la triste realidad con la que se enfrenta el que pretenda tener en su vida el objetivo de salvar la naturaleza. De poco servirán los informes fidedignos, objetivos y básicos de todos los investigadores y de todos los científicos, porque a la larga serán empleados en la medida en que convengan políticamente a la administración de los grandes o de los pequeños países.

¿Cómo podría explicar un estudioso de la conducta humana a un país tercermundista, que es posible que sean más felices sus súbditos con un tipo de existencia neolítico, viviendo en pequeños poblados donde labran personalmente la tierra, donde generan sus alimentos, donde todavía realizan sus funciones fisiológicas directamente sobre el campo, abonando con sus heces fecales los lugares donde van a plantar luego el mijo, arroz o trigo?. Ellos quieren tener un televisor, un automóvil, un frigorífico, y a ser posible trabajar en una fábrica:
  • No habría manera de convencerlos de que felicidad no tiene nada que ver con posesión material. 
  • No habría manera de convencerlos de que la renta per cápita no traduce una renta per cápita felicitaría,sino solamente material, 

y, como los políticos para permanecer y para perpetuarse precisan constantemente elevar el poder adquisitivo de sus súbditos y precisan mantenerse en esa tremenda  competencia material en la que está sumido al menos el mundo occidental, los informes de los sabios, no servirán, prácticamente para nada.

Félix Rodríguez de la Fuente: biografía, muerte, libro y más.


El tema pone la carne de gallina, porque dicen los sabios que si continuamos durante cincuenta o cien años sin escuchar sus informes y guiados únicamente por presupuestos de orden administrativo, político o filosófico, es muy posible, que no podamos contar, a las generaciones venideras que no vendrán, la catástrofe de una especie, que se autotitula sapiens.



Félix Rodríguez de la Fuente, año 1978. Trascripción literal.