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domingo, 28 de febrero de 2021

La fábrica de gorditos


Como especie, algo que nos hace peculiares y únicos es que nos basta un instante para convertir una buena idea en un negocio. Como especie invasora, nos caracteriza nuestro afán por ir más allá con esta idea para estirarla, pervertirla y terminar haciendo un uso inapropiado de ella.  También como especie nos encanta poner al límite cualquier ley, ya sea propia o de la naturaleza: en ocasiones culmina con resultados no esperados, por no decir grotescos. ¿Y?.

Las víctimas de estas dinámicas de actuación acabamos siendo nosotros mismos: lo que cambia es el artilugio o artefacto con el que nos flagelamos. El penúltimo invento de la lista son los patinetes eléctricos, nueva especie invasora en las grandes poblaciones, y no tan grandes. De toda la vida han existido los de propulsión humana, pero claro, hay que esforzarse y gastan suela de un zapato. Ahora, la combinación de tecnología y pandemia ha generado el cocktail perfecto para que los eléctricos sean parte del paisaje urbano, lo cual está muy bien pues sustituyen tanto el coche particular o el transporte público, pero he aquí el but, también el paseo o caminata. No obstante, es una gran iniciativa para mejorar la movilidad urbana que debe ser promovida por todos los estamentos. 

Siguiendo con el hilo argumental inicial, los patinetes no son más que otro ejemplo de cómo podemos llegar a estira buenas ideas al límite, envileciendo el mensaje o la utilidad. Hay múltiples ejemplos de otras grandes iniciativas, como la economía colaborativa para la optimización, a través de compartir, de activos con poco uso, o las redes sociales, el móvil, e internet: hoy en día lo tenemos todo (amigos, objetos y deseos) a un clik de distancia. Y ciertamente todo esto ha traído cosas buenas, y también extralimitaciones que acaban por tener que ser reguladas para que no se nos vayan de las manos: 
  • Airbnb ha permitido poner en valor los centros de las ciudades y ha generado riqueza en las familias, el entorno, dando lugar a toda una economía a su alrededor... hasta el extremo de convertir las mismas en un parque de atracción sin dotaciones para los vecinos. 
  • Internet y todo lo que se ha generado a su alrededor ha facilitado muchas de nuestras actividades, hasta que nos ha aislado. 
  • Las redes sociales nos han unido aunque estemos a miles de kilómetros de distancia, hasta que nos manipulan, enfrentan, y nos ubica en los extremos. 
  • BlaBlaCar, que permite optimizar el uso de un activo, .... ¿qué problema tiene Blablacar? ¿A quien perjudica? ¡A las compañías de transporte público!
Similarmente ocurre con el tema de los patinetes eléctricos: ayuda a solucionar el problema de la movilidad en las ciudades ofreciendo una alternativa al vehículo personal, pero al mismo tiempo contribuye a llenar la ciudad de riders - ¿acaso una nueva forma de explotación?-, evita caminar distancias perfectamente asumibles a pie, y además nos ancla a casa y por tanto a internet y sus ilimitadas variantes, ergo no nos movemos.

Y ver a los jóvenes y los no tan jóvenes recorrer cualquier tipo de distancia en patinete, sin tener en cuenta la variable salud, no deja de ser un poco chocante, más aún cuando el sedentarismo y la falta de ejercicio son vectores de la obesidad y seguro que otros problemas relacionados con la autoestima. Lo que viene a ser una fábrica de gorditos.

Ante ello, propuestas como la de medir - calcular el número de horas que pasamos sentados o en posición horizontal, al cabo del día - pueden ayudarnos a entender la dimensión del problema. Porque detrás de todo ello subyace una situación si cabe más compleja: la falta total de cultura del esfuerzo, pues moverse no es sólo entrar en movimiento, sino también un estilo de vida, mirar e ir hacia adelante, tener el objetivo de mejorar aquello que nos rodea, frente al abrazo de la inmdiatez y el capricho.