Mostrando entradas con la etiqueta foco. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta foco. Mostrar todas las entradas

domingo, 23 de abril de 2023

La montaña de libros de mi mesita de noche y el caos de mi cabeza


En el día del libro, una imagen vale más que mil palabras: os presento a mi mesita de noche y a los libros que descansan sobre ella. Cada vez que hago entrada en la habitación, una pregunta me asalta - ¿a qué chalado se le ocurre tener tal figura arquitectónica junto a su lecho? - y una impresión: dice poco del durmiente.

Superado el sobresalto inicial y siguiendo el rol de espectador, el escenario me sugiere curiosidad y admiración. Curiosidad por los títulos - ¿de qué van, por donde va y cómo llegaron a manos del dueño? - y admiración por la capacidad de cambiar de temática de una noche a otra. Pues bien, debo reconocer que hay un poco de truco en todo esto: llevo algunos meses sin tocar alguno, otros los he leído ya pero tengo pendiente hacerme un resumen para poder volver a él cuando me haga falta. Ergo en realidad sólo tengo dos o tres en marcha.

En realidad, la foto puede perfectamente representar mi caos y el de mi cabeza: un cúmulo de ideas dispersas, falta de foco. Desde otro punto de vista, los temas que a día de hoy me obsesionan, la curiosidad innata por cualquier tema que, por la razón que sea, suscite mi interés, y la necesidad de ficción que tengo en mi vida.

De un tiempo a esta parte imaginé que podía dar vida a mis libros. Los que compro, los que me regalan y los que regalo. ¿De qué manera? Dedicándolos, por supuesto. Y si son para mí, indicando fecha de compra, racional por el que llegó a mis manos, ... y lo que se me ocurra. ¡Es una buena práctica que recomiendo!.  

Los libros, como las bicis, no se comparten. Lo siento pero el riesgo de quedarme sin él es demasiado alto. Yo hice sufrir a un amigo por ello. Todavía recuerdo cuando en la Universidad, con unos 20 años, uno de ellos me dejó la primera edición de "Tropas del Espacio", hoy libro y película de culto, y.... no sé donde lo metí. Menuda ofuscación se llevó el hombre. Todavía hoy me lo recuerda.

En la imagen, a la derecha, aparecen unos lápices: los utilizo para subrayar frases o párrafos de interés, marcar con una almohadilla palabras clave o hacer comentarios o chascarrillos a mí mismo. A mí me parecen imprescindibles para exprimir el relato - ¿Qué usáis vosotros?.

Hay gente que lee sentada, otras en la cama. O los combinan. Yo soy más de lo segundo, de toda la vida. Me suele asegurar un sueño más profundo y reparador: baja mis pulsaciones y me relaja. 

De todos los libros se aprende, pero mientras que los de ficción evaden, los de temática específica regalan otras habilidades. Ofrecen una nueva forma de estudiar, quizás dramatizada en torno a una o varias historias que hacen de hilo conductor,  pero que tienen un mensaje al fin y al cabo. De ahí, de nuevo, la importancia de tener cerca lápices afilados. Y la convicción de que todos los días, aunque sea a través de la lectura de una página, estudio.

Con el tiempo, me he vuelto un poco extremista en un aspecto: sólo regalo libros. No falla (salvo que el libro no guste), es un deleite que se ofrece poco a poco, y encima puedes hacerle una dedicatoria única e irrepetible a la contraparte. What else?

Mejor en papel: llámame viejo, pero no es lo mismo mirar teta que tocar teta. El olor, el tacto, el color de las páginas e incluso la portada son parte de la experiencia. Cuando leía con Kindle me pasaba que al final no me sabía ni el título del libro que me estaba leyendo. 

¿Y el buen sabor de boca que deja colocar un libro, ya leído, en la estantería? Manoseado en todas sus páginas, subrayado donde toca, dedicado y con la posibilidad de una segunda vida, quien sabe cuando y con quién. Resultan ser la mejor decoración de la casa. 

En verdad es que los libros son un gran compañero de viaje, ¡no fallan! Son el mejor amigo del hombre. ¿Os sucede lo mismo, o soy un rarito solitario?

Al final este post ha acabado siendo una carta de amor al libro - qué cosas.