Mostrando entradas con la etiqueta astacova. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta astacova. Mostrar todas las entradas

domingo, 15 de marzo de 2020

Tartamudez: mis vivencias personales, pautas y conclusiones

Resultado de imagen de tartamudez


No puedo determinar con exactitud cuándo empecé a tartamudear. Tampoco de cómo ha sido mi evolución a lo largo de los años. No tengo registros, y esta carencia documental la atribuyo principalmente a:

  1. Mi continua insistencia en mirar hacia otro lado,a no querer enfrentarme al problema, 
  2. A que, al fin y al cabo, he ido superando las diferentes fases de la vida y casuísticas que se me han planteado con un nivel de éxito que me ha parecido aceptable.

Echando la vista atrás sí que opino que habría gestionado la situación de otro modo. No puedo culpar a mis padres de mi handicap (hace 40 años no existían los medios ni la consciencia y sensibilidad del tema; si siquiera la localización geográfica en la que vivíamos ayudaba); es más, ni siquiera yo lo he sabido gestionar convenientemente en mi edad adulta. Hoy en día hay mucha documentación, de todo en internet, y sin embargo sólo ahora desde que estamos intentando relanzar la Asociación de la Tartamudez de la Comunidad Valenciana me estoy preocupando por recopilar,organizar y leer algo de información.

Por fortuna mis hijos no son tartamudos, más todo lo contrario: me asombra la capacidad de trasmitir que tiene mi niño - me parece excepcional; mi hija también lo trabaja y el día que tenga que exponer ante un público determinado trasmitirá mucho más que un mensaje. Es curioso lo importante que es todo esto para nosotros, los que sufrimos disfemia: esperamos que nuestros seres queridos no pasen por esto.

Como reto para estos días de confinamiento por el coronavirus me he propuesto escribir por primera vez de la tartamudez, palabra que odio pronunciar, que es mi tormento que viene y va pero siempre convive conmigo. Y me gustaría que mis compañeros de ASTACOVA hicieran el mismo ejercicio y compartieran un poco sus sensaciones y sentimientos al respecto. Porque además tengo la teoría no demostrada de que la falta de habilidades en el habla quizás nos haya dado, de manera natural y sin darnos cuenta, habilidades en otros aspectos de la vida.

Evolución

Como comenté anteriormente, no tuve la fortuna de ir a ningún centro especializado; en realidad los medios con los que cuentan hoy en día los colegios (incluso los públicos), digamos psicólog@s o logoped@s, me parecen de ciencia ficción en aquellos días.

Supongo que sobrellevé la tartamudez como buenamente pude durante la adolescencia, pero hay un matiz que sí que tengo claro y es importante mencionar: creo que puedo decir que tuve la fortuna de crecer en un entorno de respeto en relación al problema. No recuerdo a nadie que burlándose o riéndose: así pues, ¡qué suerte que tuve!.

Pero, como todo el mundo, tengo al menos un par de recuerdos de situaciones complicadas:

  • De pequeño iba a misa, y en ocasiones había que leer el Evangelio - era rotatorio-, y claro, pues de cuando en cuando me tocaba: ¡era un verdadero trauma!. Esto mismo sucedió hasta casi la mayoría de edad, con la Confirmación. 
  • Una vez en clase, tendría entre 11 y 13 años, levanté la mano para comentar una noticia sobre... ¡la independencia de Cataluña! (ya se hablaba de eso, madre mía): bueno, pues a duras penas pude contar el caso. No se me olvidará. 


Tampoco soy capaz de trazar una historia detallada de cómo me han ido trascurriendo los últimos años - en el momento de escribir este post calzo 44 años -, pero creo que puedo decir, de una manera cualitativa, que existen una serie de elementos significativamente importantes que están ayudando a aligerar el peso de la mochila:

  • La experiencia sobrevenida por la edad
  • Aprender a bailar con ella, a contemporizar, a relativizar
  • La perseverancia por mejorar -poca, he de reconocer-
  • Las pequeñas actividades que he ido llevando a cabo a lo largo del tiempo
  • Interiorizar que esto es algo que me acompañará toda la vida ayuda: tengo que vivir y convivir con ella.


Ahora bien, hablar del tema abiertamente, a calzón bajado como decía mi amigo Trivi (D.E.P.), nada. Nada de nada. Ni está ni se le espera. Ni siquiera ahora, empezando a peinar canas, apetece sacar el tema a colación. Y si sale, la reacción natural es ponerme a la defensiva o pasar al ataque y mostrarme con un punto de agresividad. Controlar las emociones con este tema requiere pensar dos veces las cosas antes de decirlas.

Por otro lado, quisiera mencionar lo siguiente, para ayudar a explicar mejor mi patología: tengo la inmensa fortuna de haber podido estudiar y hablar otros idiomas. Pero mi cuerpo reacciona de manera diferente con ellos: cuanto menos controlo el idioma, menos tartamudeo. Y esto creo que es así porque mi cerebro no es capaz de atravesar todos los procesos necesarios de la lengua cuando no es mi idioma materno. Paradójicamente, con el valenciano sí que me atranco, pero creo que tiene que ver por dos motivos fundamentales:
  1. No conozco su gramática, lo cual me genera inseguridad.
  2. Las expectativas de que lo hable perfecto son altísimas, lo cual también me genera inseguridad.

Resultado de imagen de medir la tartamudez

La importancia de reconocer el problema

Decir esto no es fácil, pero el sentimiento o la reacción que siento al tema apenas ha variado a lo largo de los años: odio, asco,temor, angustia. Y tengo mis dudas de que vaya a cambiar. Simplemente aprendes a vivir con ello, y esto no deja de ser una reacción de puertas para adentro y diferente a reconocer que tienes algo, que ya implica un punto de vista de puertas hacia afuera: verbalizar, comunicar, compartir.

Quizás sea el hito más importante del tartamudo: reconocer que ésta existe en tí, para luego intentar hacer algo al respecto. Personalmente creo que no he llegado a ese punto, sigo en modo rebelde o como si no existiera, como si pudiera esquivarla. Paradójicamente, también tengo la certeza personal de que cuando reconocemos un problema, tenemos el 80% del camino hecho.

Y en esto estamos: haciendo y deshaciendo el camino, equivocándonos, cayendo, acelerando y frenando. Con días de gloría y días realmente desafortunados. Pero claro, nadie ha dicho que fuera fácil. Y es que si fuera fácil cualquiera lo haría. Y esto puede parecer un chiste pero no lo es:
  • Para los no tartamudos, sencillamente no hay problema
  • Para los tartamudos, eliminar o reducir el problema, es todo un reto

Primeros acercamientos a especialistas

Antes de empezar a tratar este tema, me gustaría entonar el mea culpa: mi interés por afrontar el tema ha sido siempre nulo o casi nulo: pensaba que algún día, de manera natural, se marcharía igual que vino. Y todavía sueño con que la ciencia, con una pastilla, una operación o una descarga eléctrica, me lo solucione.

Mi primer contacto con el tema fue acercarme a una logopeda en el Mercado de Colón. No recuerdo quien me la aconsejó, pero sí llegar allí y explicar mi caso, ejercicios de respiración, lectura pausada y deberes. Estuvo bien como primer acercamiento a la ciencia, más creo que no aguanté más de tres o cuatro sesiones. Además, tampoco repetía los ejercicios en casa. Ergo suspendido. Duré un mes.

Mi segundo acercamiento fue acudir a la ASTACOVA, Asociación de Tartamudez de la Comunidad Valenciana. Aquí fue donde conocí a los primeros compañeros con los cuales, sin conocerlos, compartía algo muy profundo e importante. Claro, cuando sólo eres el 1% cuesta tener visibilidad, pero si además ese 1% está estigmatizado y se queda en casa, pues en realidad eres todavía más aguja en el pajar. No obstante, me sorprendió los muchos que éramos en las reuniones, y los pocos que éramos para una ciudad como Valencia.

En ASTACOVA no había especialistas, creo recordar. Eramos un grupo de gente con algo en común, que compartíamos experiencias e intentamos, durante un tiempo, dar visibilidad a la tartamudez. Fue, sin duda, toda una experiencia personal: tenías que obligarte a  hablar de lo que más odias. Yo diría que aprender, lo que se dice aprender, no aprendí nada salvo un par de cosas:
  • A quererme un poquito más 
  • A quitarle hierro al asunto. 

De alguna manera, conocer personas con tus misma sintomatología ayuda, supone un apoyo moral tremendo, un subidón de adrenalina que reconforta. Además te fuerza a hablar de ello, pues hasta ahora había sido tema tabú. Estamos hablando de 2010 aproximadamente. Pero también terminó.

El combustible proporcionado por ASTACOVA todavía me dura y me ayuda a enfrentarme a mis miedos cada día. Pero no ha eliminado por completo mi tartamudez, y es por ello que he seguido recabando ideas y ejercicios que me he ido encontrando por el camino para dar forma a un plan al cual recurro cada vez que la ocasión lo merece: por motivos de trabajo cada vez tengo que hablar más en público y no me queda otra alternativa que generar una serie de pautas que me ayuden a tener éxito en mis exposiciones. Paradójicamente, mi hija mayor me ayuda, me reta, repite mis pautas y, con todos los respetos, es una máquina, y yo acabo sintiendo una mezcla de envidia y orgullo por la competidora que me ha salido en casa.

Pero... ¿esto se puede medir?

Como Ingeniero y además dedicado a temas de innovación, algunas de las primeras preguntas que nos hacemos cuanto tenemos un problema son:
  • ¿Puedes describir con precisión el pain, el dolor?
  • ¿Cómo de grande es el pain?
  • ¿Esto se puede medir?
  • ¿Existen registros?
Aplicando esta metodología al tema en cuestión, opino que que sólo la primera pregunta se puede contestar con precisión. Para el resto, y los expertos que me corrijan, creo que no tenemos respuesta cuantitativa. Esto es, no podemos decir (ejemplos): 
  • David tiene una tartamudez escala 7 sobre 10, o
  • David presenta un cuadro de espasmofemia de 5 y de tartajofemia de 4.
No obstante lo anterior, las últimas semanas que he estado leyendo y recabando información al respecto, la verdad es que creo que se ha avanzado. Nosotros tendremos que vivir con esto, pero el sistema creo que está más concienciado y preparado para las nuevas generaciones que tengan dificultades en el habla

A pesar de todo ello, a día de hoy sigo enfrentándome en solitario al miedo de hablar en público, sufriendo particularmente en aquellos momentos en los que, por el motivo que sea, la inseguridad se apodera de mí. Estos son los peores porque estás expuesto y no hay barrera física ni manera de desaparecer. Algunos también descubren esa debilidad en tí y la explotan: en estos momentos te sientes como un maniquí en un ring de boxeo, sin parar de recibir golpes y sin capacidad de respuesta.

Resultado de imagen de medir la tartamudez

Plan de Acción

Como comentaba anteriormente, las arrugas han venido acompañadas de una serie de pautas que, en algunos momentos, me han proporcionado un éxito considerable. Creo que puedo estar moderadamente orgulloso de haber conseguido pequeños hitos laboralmente hablando que quizás no estén al alcance de cualquiera, ya sea tartamudo o no.

Algunas de estas pautas que he aprendido me gustaría compartirlas. Son las siguientes:
  • Ejercicios de respiración: hacer yoga me ha permitido descubrir volúmenes pulmonares desconocidos en mí hasta ahora, y es que al parecer sólo uso un tercio de mis pulmones cuando respiro. 
  • Grabarme con una cámara de vídeo, una y mil veces. En este sentido, como nos han explicado en alguno de los cursos que he tenido oportunidad de atender, con trabajo, todo es alcanzable: incluso esto. Es simple y llanamente cuestión de práctica
  • A la hora de hacer presentaciones, preparar chuletas tamaño cuartillas con las ideas principales. Así podemos recurrir a ellas cuando se nos olvida algo. 
  • Preparar muy bien los temas: hasta la extenuación. Ser el experto número 1. 
  • Forzarme a hablar muy despacio: es tedioso hasta para uno mismo, pero es lo que hay, puesto que lo importante es el mensaje. 
  • No compararse: no es justo para tí, cada uno tiene su estilo, y es totalmente respetable.
  • Enviar audios en lugar de escribir mensajes en el whatsapp, y luego además escucharnos: ¡qué doloroso es!. Fue recomendación de Lidia, y la verdad es que es un ejercicio sencillo y muy útil. 
Ciertamente, cada persona tartamuda es un mundo, así como la manera en que la tartamudez se expresa a través de nosotros al hablar.

Es importante reseñar también que muchas veces nosotros mismos nos obsesionamos con el tema, y que el lenguaje no es sólo lo que sale por la boca, sino que es también comunicación no verbal, contexto, etc. Este no es un tema menor, más bien al contrario, y debemos tenerlo siempre muy presente. Porque no somos lo que somos o lo que imaginamos que somos, sino lo que proyectamos.

Finalmente, enfrentarse a pequeños retos es también una buena práctica. Por motivos de trabajo he tenido que ir ganando fluidez en oratoria, he participado en algunos eventos y, si todo va bien y no se tuerce, el siguiente reto será ser profesor de un postgrado en una Escuela de Negocios. Son pocas horas, pero da igual: lo importante es superar el reto. 

Conclusiones

El hecho de que a pesar de los ejercicios, pautas y pequeños trucos nunca llegaremos a ser cero tartamudos, es bastante descorazonador, sinceramente. Aprender a aceptarnos como somos es el primer paso, en cualquier caso, junto con el de no guardar rencor, porque no vale la pena y ocupa lugar en nuestra mochila vital. Y es que sin lugar a duda la tartamudez afecta a nuestra estima: genera miedos, traumas, te lleva a caminos oscuros.

Disfrutar de un entorno familiar, de amistades y laboral, de comprensión, respeto y apoyo es fundamental.

No hablar del tema no ayuda: personalmente no me gusta hablar de ella y lo tengo aparcado como tema de conversación. Y sin embargo convive conmigo y me desgasta desde que me levanto hasta que me acuesto: arrasa con todo los días de tartamudez dura.

Creo que me ganará la guerra, pero os puedo asegurar que en alguna batalla la vitoria ha sido mía (y no eran batallas menores): ahora sí, hay centenares de actos o eventos o situaciones que implicaban un micrófono delante o un cierto nivel de exposición, y que sutilmente he declinado o renunciado por miedo.

Probablemente, ser tartamudo nos haya hecho ser mejor personas porque de manera natural hemos aprendidos a ser empáticos desde pequeños: nos cuesta menos ponernos en el lugar de otra persona. Tampoco debemos pasar por alto que todos tenemos problemas, todos lo pasamos mal, todos tenemos handicaps mentales y sus sueños no siempre se hacen realidad.

Este post, que pretendía contar una historia un poco autobiográfica con objeto de compartir mi experiencia, se ha acabado convirtiendo en una paella de chorizo - ¡lo siento!.