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jueves, 14 de abril de 2022

El mundo ha entrado en resonancia y no hay forma de detenerlo: así nos afecta



En física, la resonancia describe el fenómeno de incremento de amplitud que ocurre cuando la frecuencia de una fuerza periódicamente aplicada por un cuerpo es igual o cercana a una frecuencia natural del sistema en el cual actúa. 


Traducido al cristiano con un ejemplo: el ser humano es un cuerpo, y Madre Tierra es el sistema:  interactuamos entre nosotros. En el momento en que la fuerza que le aplicamos periódicamente al Planeta lo estresa al límite, se puede generar un fenómeno de amplitud de la resonancia de éste último, hasta desbordarlo.

Más azúcar: en el ámbito del buen gobierno, los criterios ESG hacen referencia a factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo: cada día son más tenidos en cuenta por inversores, y se encuentra en la agenda política de los políticos. Esto es así porque existe un acuerdo generalizado de que, mientras que los factores sociales (impacto en el entorno social, en la comunidad), y de gobernanza (observan la transparencia de la información pública, la calidad de los códigos de conducta y la composición y diversidad de los Consejos de Administración) son influenciables y dependen de nosotros, el primero de ellos, el ambiental, está totalmente fuera de control. 

Ahora correlacionemos resonancia y factores ambientales desbocados: el Planeta, que lleva décadas enviando mensajes, finalmente nos ha enviado a freír espárragos, por nuestra estulticia e inacción. 

Esta resonancia desaforada se empieza a reflejar en nuestro día a día, al menos, como sigue:
  • Reacción de la naturaleza, con el planeta fuera de control: cambio climático desbocado y fenómenos meteorológicos extraordinarios aumentando su frecuencia de manera preocupante. El mundo ha entrado en resonancia por la cantidad de eventos singulares, inesperados y únicos, que aparecen cada vez con mayor frecuencia
  • Reacción humana, reflejada en problemas de salud en general, y de salud mental en particular. Personas traumatizadas y anonadadas porque ni entienden ni son capaces de lidiar con la velocidad de crucero que han cogido sus vidas, con la tecnología como catalizador.  

Y ante todo esto, ¿qué? Opción uno: pasar, o dicho de otra manera: ya se apañarán. Opción 2: intentar subirse a un tren que no sabes si es el del destino correcto, las consecuencias que tendrá, olvidarse de todo lo demás o la obligatoriedad de mantener la velocidad - como mínimo, habrá que ponerse a rebufo. Pero claro, hacer un maratón como si corrieras un sprint de 100 metros no está al alcance de casi nadie, de manera que la gente acaba tirando la toalla. La realidad es que el ser humano no está preparado para esto, y sin embargo el tren acelera, no hay quien detenga. Y esto, de una manera u otra, puede que sea una manera sigilosa de construir un puente de plata hacia nuestra propia destrucción.