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sábado, 1 de abril de 2023

Noche de furia en Berlín (por una maleta olvidada)



Me gustaría compartir con vosotros la siguiente historia, toda una experiencia personal, acontecida a principios del mes de Marzo en #Berlín , ciudad de los espías por antonomasia: acerca de cómo una situación inverosímil, rocambolesca y naïve provocada inintencionadamente por el que suscribe se revolvió contra mí, convirtiéndose en un escenario semi apocalíptico; y de cómo, a base de determinación, conocer el sistema con sus fortalezas y debilidades, creer en uno mismo, acudir a la experiencia y tener fe en las personas, fui capaz de revertir la situación. Porque sí, spoiler: hay #finalfeliz.  


Y es que: #loquemepasaaminolepasaanadie   

Contexto: 14 de marzo, Evento Rethink! Smart Manufacturing Europe 2023 en Berlin.   

1730h. Hotel ProArte Berlin. Cierre del evento #SmartManufacturingEU . Momento de plegar velas y arreglar el planeta con tu Supervisor mientras tomas unas cervezas. Debate sobre lo humano, lo divino y para cuándo el final del mundo mientras la camarera me monta un pollo porque le quito la mostaza a la mesa de al lado en vez de pedírsela a ella. Lo que no entiendo es por qué se llevó la nuestra cuando nos puso las patatas fritas de bolsa.   

1900h. Estación de tren - Bahnhof Berlin Friedrichstraße. Tengo mi billete de ida y vuelta sacado en el aeropuerto, así que kein problem: no hay nada como tomar un tren en el que coinciden final de trayecto y tu destino - no tiene pérdida y te puedes quedar dormido, pues te despertará el revisor cuando haga la ronda antes de la siguiente partida.   

1905h. Subo al tren. Me acomodo. Es rojo, sin más. Coloco el equipaje (maleta de viaje que heredé de mi abuelo y una mochila de ordenador con forma de caparazón - muy bonita y además parezco una tortuga ninja, pero nada funcional) en el hueco del asiendo contiguo. Voy a llamar a casa para decir que todo en orden. Mientras hablo con #valencia y #california via #whatsapp, ¡ostras!, que no he validado el billete - no pasa nada, acaban de anunciar que el tren va con retraso. Honremos la cultura alemana y su obsesión por la perfección: asomo la cabeza y visualizo la maquinita a escasos 5 metros de la puerta, así que me apresuro a validar el ticket. El dispositivo hace su trabajo y ya tengo el billete con la fecha impresa: me giro, orgulloso de mi buena acción del día, más a falta de escasos dos metros de volver al vagón, la señal sonora indicativa de Cierre de Puerta suena delante de mis narices, mientras me abalanzo con cara de incredulidad pero sólo alcanzo a darme de bruces con ella.   

"Que se ha cerrado la puerta, que se ha ido el tren", balbuceo repetidamente mientras retransmito mi performance a toda Valencia y California, que asisten extasiados al desarrollo de la tragicomedia mientras comen palomitas sentados en un sofá. Me siento como Jim Carrey en El Show de Truman. No me lo puedo creer, y no puede ser que me esté pasando a mí. Eso sí, mi momento de gloria no hay quien me lo quite: me he convertido en la atracción del andén. Desde casa preguntan qué ha pasado, y cómo ha podido pasar. Estoy en shock, sin documentación ni ropa de abrigo, pero con mi ticket validado, una tarjeta de crédito y mi teléfono personal. Corto la llamada de WhatsApp sin ni siquiera despedirme.  

1910h. La incredulidad me dura 15 segundos. Tengo que hacer algo o al día siguiente no vuelvo a Valencia salvo milagro - que no me pidan la documentación. Pero seguro que hay alguna solución, tiene que haberla. Bajo al vestíbulo donde están todas las tiendas típicas de cualquier estación de #movilidad y las oficinas de información. Voy primero a Deutsche Bahn, la Renfe alemana, y les explico la situación, pero me remiten al mostrador de Información de Metro Berlín. Corriendo acudo a esta segunda localización, pero…. Como era de esperar, me envían de vuelta al inicio de mi periplo - es entonces cuando reniego de la falta de voluntad por ayudar y de hacer lo mínimo necesario. Murmullo y maldigo al mismo tiempo. Vuelvo a DB y repito mi situación, ante lo cual me ofrecen un folleto con teléfonos, entre ellos el de Objetos Perdidos. Se me ocurre que aquí tengo poco que hacer y que lo mejor es que yo mismo persiga la maleta.   

1915h. Sale el siguiente tren hacia la estación, pero hace parada en todas las estaciones: mal, pero es lo que hay, así que no queda otra y subo. Mientras me acomodo visualizo mentalmente cuáles deben ser los siguiente pasos: sigamos el procedimiento establecido, que para eso está. En función de los resultados, podremos hacer algo en el aeropuerto o plantearnos acciones más radicales.   

Seamos optimistas y dejemos correr nuestra imaginación bondadosa: un alma caritativa se habrá apiadado de mí y mi maleta, y con una intuición mayúscula, recogería las maletas y las llevaría directamente a Objetos Perdidos. Mientras tanto, a por la acción de emergencia: Objetos Perdidos.   

Llamada en espera de 15 minutos con una música infernal que sólo da ganas de colgar, pero es que no tengo otra alternativa. Finalmente un señor muy amable me torea y me dice que hasta que no reciban algo, no pueden hacer nada. Hay que buscar alternativas: el 112 alemán, seguro que de un telefonazo envían a alguien a recoger la maleta.   

Llamo, responden enseguida y les persuado del riesgo de que se pueda considerar mi equipaje como una potencial bomba que no es: ni por esas. Estos, que son más papistas que el papa cuando quieren, están en modo relax y no hay manera de levantarlos del modo slow. Pues sólo queda esperar y jugárnosla a lo que nos encontremos en el aeropuerto de Berlín.   

20.00h. Llegada al aeropuerto. Visualizo las maletas de los pasajeros, por si algún alma cándida se ha dignado a sacarla. Nada. Empiezo buscando trenes similares al que perdí: rojo. En el momento de la llegada, al menos dos están parados otros andenes. Paso de una plataforma a otra subiendo y bajando escaleras como si no hubiera un mañana, pero mi búsqueda es infructuosa.   

La oficina de Objetos Perdidos es mi próximo objetivo: de lejos la visualizo pero tiene las luces apagadas. Me acerco y a las 17h cierran. Una posibilidad menos, y mis recursos se están acabando, quizás hay que pensar en un plan la manera de subir al avión sin que me pidan el DNI. Me encaro cabizbajo, taciturno y arrastrando los pies hacia el hotel, que espero sea misericorde conmigo y no me pida papeles. Es entonces cuando me encuentro con un mostrador de información y una señora bajita y sin rasgos germanos. Última bala. Le comento la historia, y primero me regaña para sugerirme que intente hablar con algún conductor de tren, pues entre ellos y sus trenes se pueden comunicar.   

La esperanza es lo último que se pierde, así que bajo de nuevo a los andenes. A lo lejos hay un tren parado y dos señores charlando amigablemente con uniforme, presumiblemente, de revisor. Me acerco a ellos con cara de cordero degollado, les cuento la historia, y al menos muestran cierto interés. Me aproximo al panel de los horarios para ganar precisión en mi relato: les indico la hora de llegada del tren con mi maleta, y mi número de tren.   

Comentan entre ellos en alemán, hacen alguna búsqueda en sus móviles respectivos y proceden a llamar. Cinco minuto de angustia. ¡Touche! Parece que han dado con el tren de mi maleta, y a continuación, con mi equipaje! Y me indican que, para recuperarla, debo volver a Berlín Estación Central y esperar al paso de un tren por la vía 12 a las 22:20h. Será un tren doble, y la maleta estará bien el final del primer tren, bien al principio del segundo. ¡Vamos!. Las posibilidades han crecido, tenemos que hacer un último esfuerzo.   

Subo al siguiente tren hacia Berlín, con la fortuna de que uno de mis nuevos amigos también viajará en él. El viaje se hace interminable, pero finalmente llego a las 2200h a mi destino, y mi amigo el revisor se asegura que haga lo correcto. Me separan 20 minutos de mi equipaje, si lo consigo será una historia para ser recordada. Me encuentro con una parrilla de horarios y la aprovecho para, concienzudamente, verificar que efectivamente por esa vía pasará un tren - eso pone el papel. ¡Que no haya retrasos! Cruzaremos los dedos.   

Tras 20 minutos que se estiraron como un chicle, aparece efectivamente, a la hora acordada, un tren rojo similar al que dejé escapar. De hecho, ¡dos trenes concatenados! Por ahora todo coincide. Mi posición en el andén está demasiado adelantada, así que pasan por mis narices el culo del primer tren y la cabeza del segundo, pero no me ha parecido ver nada reseñable. No obstante, esprinto para posicionarme donde toca, entre los dos trenes. Y es entonces cuando me aparece un ángel de la guarda vestido de revisor, la maleta de mi abuelo y la mochila de mi ordenador, y me informa rápidamente que ha verificado que todo está en su sitio. Le doy un abrazo y las gracias en inglés y alemán, mientras se introduce de nuevo en el vagón para hacer el bien, quien sabe a cuántas más personas.   

Bueno, respiro profundamente y dibujo una medio sonrisa en mi cara mientras encaro hacia mi próximo tren, el que me llevará, otra vez y de manera definitiva, al aeropuerto de Berlín. Valido un nuevo billete con tiempo más que de sobra. De camino, todo son llamadas y agradecimientos. La adrenalina por las nubes y la certeza de que no podré dormir esta noche.   

Menuda aventura: a las 23:20h entraba en el hotel. Me han sobrado 40 minutos de mi objetivo de solucionar el problema antes de medianoche. Al día siguiente, pude volar sin sobresaltos a casa. Dicen que la gente estresada recurre a los deportes extremos para poder evadirse y olvidar los vaivenes de las jornadas de trabajo interminables. Yo, cuando lo pienso, todavía se me acelera el corazón.   

¿Lo que más me llamó la atención? 


Agradecí que mis pertenencias hubieran viajado por todo Berlín sin ser tocadas Que nadie informara a la policía de que un equipaje viajaba sin atención Estaba convencido de que el sistema, o dicho de otro modo, Deutsche Bahn, me podía dar una solución, pero se pusieron totalmente de perfil     

¿Aprendizajes? 


Muchos: 
  • Cómo un segundo puede cambiarlo todo - de visualizar una tarde agradable frente al ordenador escuchando música, a ponerme en mono trabajo, sacar lo mejor de mí y, en definitiva, pasar una noche de furia en la ciudad de los espías 
  • Somos responsables de nuestras acciones: no podía señalar a nadie más que a mí por el error perpetrado, y de la misma manera, me aferré a mí y mis cualidades, con mis virtudes y defectos, para sacar la situación adelante 
  • Ser más papistas que el papa puede ser contraproducente: validar el billete, por mucho que estés en Alemania, fue un riesgo innecesario: seguro (o no) que el revisor, que nunca pasó, lo hubiera entendido (o no) puesto que es de sentido común que ese billete va a morir conmigo cuando vuelva a casa. 
  • Qué frágiles somos: sin documentación, sin ropa, y sin posibilidad de reacción porque eran las 8pm pasadas, los efectos eran bastante dolorosos. 
  • Si buscas a la suerte, las probabilidades de encontrarla aumentan exponencialmente. 
  • En realidad creí en mí mismo porque era lo único que me quedaba, y con los medios que disponía (mi móvil personal, el ticket validado y la tarjeta de crédito), llegué todo lo lejos que pude. Cuando estas tan sólo, te aferras a lo que tienes. 
  • La cara de perplejidad me duró… 15 segundos: en seguida me puse manos a la obra. Tenía hasta media noche aproximadamente para solucionar el entuerto, y a las 23:15 estaba entrando en la habitación del hotel (corría riesgo de no-show, pero por fortuna esto no tuvo lugar) 
  • En realidad, de todo el equipaje que transportaba, lo único que me interesaba era: 
    • La cartera, obviamente: por las tarjetas, el DNI y el carné de conducir. No llevaba dinero en billetes. 
    • El móvil? No. Es un iPhone del 2017 aproximadamente cuya duración de baterías se estima en 3 horas. 
  • Vayas donde vayas, hay gente para todo pero siempre hay gente buena: sólo hay que buscarla, y luego encontrarla. 
  • ¡Qué importante es reírse de uno mismo! 

¿Y a vosotros? ¿Os ha pasado algo tan rocambolesco?   





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