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sábado, 20 de febrero de 2021

La delgada línea entre el visionario y el iluminado




Fantasear con hacer algo importante y que tenga impacto en nuestro entorno es un sueño recurrente e interesante que probablemente todos hayamos tenido. Creérnoslo, crearlo, darle forma, sacarlo adelante y hacerlo realidad es algo que está limitado tan sólo a unos pocos: la inmensa mayoría se caen de esa convocatoria.


El embudo que decanta y descarta estos sueños, bien por su objetivo, formulación, o pilares en los que se sustenta, es siempre y de lejos, el ganador: el bloody funnel dream killer. Por una cuestión de sentido común, es como la vida misma: al éxito sólo llegarán unos elegidos, genios u oportunistas que aterrizan en el momento y lugar adecuado, que además diseñarán de manera lo suficientemente estructurada y con un sentido común fuera de lo común -valga la redundancia- de manera que incluso las adversidades puedan ser dribladas con cierta soltura, configurando un conjunto robusto desde todos los puntos de vista. 

Sorprender en tu área de influencia local, a sabiendas que hoy en día puedes impactar a nivel global, tiene un punto de erotismo indudable y sube el ego, pero también configura un perfil de locura que hace que la línea que separa a los visionarios de los iluminados sea realmente difusa y difícil de distinguir mientras no se hayan consumado los hechos.

Casos como el de Salvador Dalí (arte), Antoni Gaudí (arquitectura), Elon Musk (vehículo 100% eléctrico), Richard Branson (viajes espaciales suborbitales tripulados), o Zeleros (Hyperloop)  no dejan indiferente a nadie, y en el imaginario popular se ubican a uno u otro lado de la línea que separa la locura de la genialidad, según el momentum del proyecto. Y sin embargo ellos se lo creen, y además siguen empujando, caiga quien caiga - nos referimos a los que siguen vivos, claro. Quizás porque el personaje ha superado a la persona, que ha quedado atrás.

Sea como fuere, si en tu entorno te miran con cara de póker ante las propuestas deshonestas que lanzas (ideas creativas para ti, estrafalarias para los demás), si te preguntan por qué no elegiste ser funcionario (aunque ello implicara ser gris y sin propósito - y no es que todos lo sean, ojo) es posible que en realidad tu vocación sea la de funambulista que no sólo ve la vida con un prisma diferente, sino que además serás visto como una rara avis: porque no es sólo cómo te ves, sino también como quieres ser visto, sobre todo en la mediocracia actual. 

Pero el riesgo que corrieron de ser tildados de locos por su entorno más cercano, de ser incluso señalados, merece una reflexión como grupo social, y es que estas personas seguro merecen una alfombra roja y ser escuchadas, pues seguro que inspiran a otros a pensar fuera de la caja. Porque eligen contribuir y aportar a través del trabajo frente a los que optan por el lanzamiento del adoquín, ignorantes creyentes del dogmático "conmigo vas a vivir mejor".

Eso sí, la manera en la que se explica la llegada a buen puerto del visionario que empezó siendo un iluminado no tendrá desperdicio, por su simpleza y falta de rigor: dará la impresión de que cualquiera pudiera haberlo hecho. Como ejemplo, las personas que han hecho posible la llegada del Rover Perseverance a Marte: ellos ya nunca serán considerados iluminados, sino visionarios, y pasaran a la historia. ¿Y cuál era la posibilidad de éxito de que llegara la nave a amartizar? ¿y cuantos años llevan trabajando en ello? Estos señores han corrido riesgos necesarios y también innecesarios, y sin embargo serán recordados y tendrán una historia que contar cuando su inversión haya sido amortizada por la Humanidad.