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jueves, 13 de agosto de 2020

El lujo y la importancia de poder realizar actividades... porque nos lo podemos permitir

 

Pasan los años y, por un motivo u otro, objetivos, tareas o ejercicios que antes llevábamos a término en un santiamén de repente empiezan a costarnos más o ni siquiera podemos volver a repetirlas. De la misma manera, con cada vez menos frecuencia nos enfrentamos a casuísticas que encaramos por primera vez y nos supongan una novedad, tal y como comentamos en un pasado post.

Sea como fuere, mantener la capacidad para hacer ciertas cosas poco a poco va dejando de estar al alcance de todos para acabar convirtiéndose en un lujo. Muchas de ellas son acciones sin importancia, pero el mero hecho de llevarlas a cabo es un pequeño éxito que cualquier día se empieza a celebrar por todo lo alto, mientras levanta ampollas o admiración en piel ajena:

  • Poder plantearse la posibilidad de volver a dejarse el pelo largo cuando ya has superado, con alta probabilidad, el ecuador de tu existencia.
  • Volver a enfundarse la misma camiseta que hace 25 años y llevarla con dignidad, también.
  • Poder comer de todo, bien se merece un homenaje.
  • Que no te duela nada o casi nada, y eso que sólo llevas una vida moderadamente ordenada y moderadamente sin excesos.
  • Irse a cenar con los amigos de toda la vida, si es que te quedan, claro.
  • Poder hacer ciertas marcas en carreras populares, e incluso salirse del mapa en tu grupo de edad, pues merece un pequeño elogio grupal


A pesar de que la técnica, la tecnología, los avances y nuestra forma de vida estiran nuestras capacidades hasta edades sorprendentes, la cruda realidad nos pone en nuestro sitio, no obstante: en el pueblo, por ejemplo, durante las cenas de Quintos que por fortuna suelen tener un carácter decenal en nuestro caso, es fácilmente reconocible detectar cómo el paso del tiempo pasa inexorable. Así, la proporción de señoras y señores va en aumento sin pausa pero sin prisa, de la misma manera que desciende la de chicas y chicos. Será por los peinados que gastamos, por las pintas que llevamos o por el tamaño de la cintura, pero es una guerra perdida, siempre.

Otra forma de cristalizar ese lujo es a través de los bienes materiales: personas que se compran un coche o unas gafas de sol, por ejemplo. Por supuesto, porque se lo pueden permitir – todo un lujo-, con un pero: aquí el dinero hace de facilitador, y no debemos olvidar que el dinero ayuda pero ni lo es todo ni puede comprar todo, todo, todo.

Por desgracia, también hay personas que ya no se pueden permitir nada o casi nada, bien por falta de recursos, por falta de tiempo, o por falta de ganas. Y esto no deja de ser una pena, sobre todo porque muchos de ellos ya han adoptado una política de brazos caídos: se han rendido.

Sea como fuere, todos, absolutamente todos, podemos acceder a experiencias, ambicionar bienes o hacer actividades, que, dentro de nuestro ámbito de gestión, estamos en condiciones de podérnoslas permitir. Se trata de ponerlas en valor y compartirlas con los nuestros, que deben celebrarse en compañía por pequeño éxito que sean como si fueran el último, por lo que pudiera pasar y no vaya a ser que mañana ya no estés en disposición de hacerlo.

La Ley del Mínimo Esfuerzo en tiempos de crisis

 


Cualquier ser vivo tiende de manera natural a hacer uso de la mínima energía necesaria para sus propósitos. El agua, de manera similar, discurre por el camino más sencillo en su trayecto hacia el mar, al cual llegará a no ser que encuentre algún relieve geográfico que lo impida - en cuyo caso su periplo terminará ahí- o se genere de manera fortuita una segunda oportunidad en forma de filtraciones, desvíos, u otros usos.

En nuestra vida personal y laboral, los humanos también tenemos tendencia al mínimo esfuerzo que el Sistema nos permita, siendo en este caso el Sistema nuestra pareja, nuestra familia, nuestro jefe o la organización para la que trabajamos. Esto es perfectamente aceptable, con el sutil pero de que la percepción de esfuerzo aplicado varía de una persona a otra, y es función de nuestras creencias, vivencias, experiencias, o lo que nos cuentan desde otras estancias que damos por ciertas – nuestros padres, amigos con pedigree, afinidad por uno u otro personaje público, etc. Es por ello que lo que para unos es coser y cantar, para otros es un arduo camino de espinas. 

En tiempos en los cuales la mentira ha ascendido a rango de industria, se ha estandarizado y ha adquirido galones de cara a la Sociedad, todo ello con el único propósito de vender, manipular o generar falsas expectativas - y eso que formamos parte de las generación con más medios y más preparada de la historia-, flaco favor nos hacen los flautistas encantadores de serpientes cuyo mensaje suena a música  celestial pero tras indagar un poco, son vacuas de contenido o de imposible aplicación, además de darnos a entender que no tendremos que esforzarnos o no tendremos que cambiar nuestros hábitos: básicamente, nos toman por tontos.

Así, mientras que en otros países de Europa – principalmente del Norte y precisamente luteranos – son mucho más transparentes y explícitos a la hora de contar realidades, hacia donde se dirigen como Sociedad o como país, asumiendo cada uno de los conciudadanos su cuota de responsabilidad, aquí nos edulcoran con palabras que suenan bien pero no nos llevan a ningún lado, debilitándonos como sociedad, comunidad y país, generando falsas expectativas que al final no provocan más que frustración y malgastar tiempo y dinero.

Nos pegamos un tiro en el pie a nosotros mismos y a nuestros hijos si no les enseñamos que independientemente del ciclo económico en el que nos encontramos o quien nos gobierne, o lo bien que nos vayan los negocios, sin esfuerzo ni capacidad de dribbling para sortear los obstáculos de la vida, el destino que nos espera será siempre mono color, gris para más detalle, y con tendencia a oscurecerse.

Y sin embargo y por desgracia, la mayoría de nosotros vivimos en la auto complacencia de la Ley del Mínimo Esfuerzo Viable - el mínimo que nos podemos permitir. Sirvan los siguientes ejemplos:

  • Ingenieros con mentalidad de operario: mentes inteligentes que una vez aprendido su actividad encuentran acomodo en esa zona de confort, sin que se les pueda siquiera llegar a sugerir que deben salir de ésta por el bien común de la empresa.
  • Funcionarios que olvidan el verdadero leit-motiv de su actividad, que no es otro que el de (para el que no lo sepa) servir al ciudadano: a este respecto, propongo que abandonemos este término y empezamos a hacer uso de la traducción literal del inglés: esto es, llamarles servidores civiles, con objeto de que el término quede perfectamente claro a la hora de nombrarlos.
  • Profesores que estiran el concepto de cliente hasta darle la vuelta y olvidar que en los centros de enseñanza el cliente es el alumno, no ellos.
  • Grandes mentes de cualquier estrato social a los que el sistema trata entre algodones y promociona con objeto de que un día devuelvan a la sociedad lo que ella invierte en ellos, y que se ponen de perfil cuando se les estresa un poco.


Si bien podemos observar en nuestro día a día situaciones de Mínimo Esfuerzo Viable, esta actitud no es nunca justificable ni debe quedar amparada bajo ninguna excusa, a pesar de que el sistema lo permita por lo difuminadas que quedan las responsabilidades - sobre todo en grandes corporaciones o en el Estado mismo. 

Todas las personas y organizaciones intentan maximizar su rendimiento minimizando su esfuerzo. Mas sólo a través del correcto diseño de estrategias de negocio, el esfuerzo continuo y la determinación podremos aspirar a etapas superiores, generación de riqueza y estabilidad en un entorno tan cambiante.

sábado, 28 de marzo de 2020

Procrastinar en tiempos del coronavirus





No vamos a tener, en lo que nos queda de vida, un momento como éste para hacer todo aquello que hemos querido hacer pero por falta de tiempo, por una cosa o por otra, no hemos podido lanzar. Y sin embargo, la inmensa mayoría de nosotros simplemente verá pasar los días, uno de detrás de otro, posponiendo el inicio de lo que teníamos en mente.


Resulta francamente interesante el comportamiento de la gente estos días. Precisamente ahora, que se puede hacer un análisis a nivel micro de los que nos rodean, nos damos cuenta de las actitudes que adoptamos ente los problemas en general, y al del coronavirus en particular. Y es que, en una situación de estrés, cada uno de nosotros reaccionamos de una manera totalmente diferente. Desde el que mete la cabeza en un agujero al que huye hacia adelante, hay todo un portafolio de actitudes ante el problema.

Más allá del enfoque que debe tomar el Estado ante la que está cayendo, sobre todo frente a nuestros mayores (ver artículo de El Confidencial acerca de cómo Holanda está manteniendo bajo control sus UCIs), nuestro modus operandi se ha visto totalmente perturbado desde que se entonó el Estado de Alarma por nuestros gobernantes. Y esto no es ni bueno ni malo, sino todo lo contrario. Esto es: tenemos que aprender a hacer las cosas de un modo diferente. Y ya está:

  • Ya no podemos hacer reuniones presenciales con los compañeros, ahora son todas telefónicas, vía skype, etc. Es tedioso, pierdes una parte importante del proceso de comunicación, no se oye bien,.... pero es lo que hay
  • Ya no podemos hacer deporte como antes. Pues tendremos que hacerlo indoor, y con los medios que dispongamos. Cambiamos mancuernas por botellas de ocho litros de agua. Es lo que hay.
  • Ya no podemos juntarnos con la familia: de repente echas de menos la paella en casa de tus padres, y la de casa de tus suegros. 

Sea como fuere, por encima de todo esto subyace la voluntad personal de, no ya hacer cosas de un modo diferente, sino por ponerse a hacerlas. Y aquí es donde caemos como moscas. La procrastinación es un virus más letal que el coronavirus, en este sentido. Es un mata personas eficaz, aunque lento, y además que abarca un abanico de edades amplísimo: de diez en adelante.

No hay nada más irritante que una crítica voraz al gobierno, a tu empresa, a ... quien sea, una conversación acalorada acerca de lo que se tiene que hacer, para que luego termine con cada uno en su casa mirando por la tele de manera totalmente pasiva lo que otros han decidido. O acudir al manifestódromo de tu ciudad para luego acabar tomándote una cerveza con los amigos. Esos también son salva patrias, profesionales del cuñadismo, tertulianos que sólo critican pero nunca les oirás una propuesta. En definitiva, son parte del problema, no de la solución.



¿Eres parte del problema o de la solución?


Ante todo esto, un ejercicio de introspección no viene mal. Saber quienes somos, de donde venimos y a donde vamos (Siniestro Total lo describió muy bien en esta canción) puede ser una lectura incómoda, pero fructífera. Vivimos en un mundo hiper conectado en donde tenemos toda la información en la palma de la mano, en tiempo real y a un click de distancia. Si queremos, podemos tener acceso a cualquier persona, medio o dato para entender lo que sucede en cualquier rincón del planeta. Ninguna otra generación antes lo hubiera imaginado.

Por otro lado,
  • Tenemos miopía selectiva: leemos lo que nos interesa, nos cuesta horrores reconocer que podemos estar equivocados. 
  • Estamos sobre diagnosticados desde el punto de vista de salud, mucho más desde que nos auto diagnosticamos. 
Y paradójicamnte, sabemos bien cuáles son nuestros problemas y dónde están muchas de las soluciones, así como los obstáculos que nos impiden resolverlos y transformar nuestra realidad y cotidianidad para bien propio y de los que nos rodean.


Viajar hacia la parte externa del círculo no es para nada tarea fácil, más bien una carrera de obstáculos en la cual tenemos que superarnos a nosotros mismos y nuestros paradigmas.

A colación de todo esto, sirva la cita de Robert de Niro en la película "Ronin" - si bien en realidad se trata de un viejo proverbio chino- y dice lo siguiente: Las personas se dividen en tres clases: los que forman parte del problema, los que forman parte de la solución y los que forman parte del paisaje. Dicho sea de paso, la cita exacta es la siguiente: "Si no eres parte de la solución eres parte del problema. Y si no eres ninguna de las dos cosas entonces eres parte del paisaje". 


Ante la que está cayendo: ¿quién quieres ser durante el COVID-19? 


Hay diferentes formas de ver la situación y diferentes formas de reaccionar ante ellas. Qué duda cabe de que en ciertos momentos puede entrarnos cierta turbación. Somos humanos y estamos programados para sentir el miedo. Pero también tenemos la capacidad suficiente para decidir qué hacemos ante un estado de alarma, cómo lo afrontamos y cómo actuamos. Por eso, si queremos aprovechar esta experiencia, debemos afrontarla como un aprendizaje e incluso como una etapa de crecimiento. Al final del día, de lo que se trata es de:
  • Huir de tanta información negativa 
  • Desintoxicarnos de aquello que no contribuya
  • Poner el foco en aprender
  • Crecer con todo esto
  • Centrarnos en lo que podemos aportar a la situación.

Y todo esto lo podemos ver materializado de la siguiente manera:
  • Apoyar al entorno
  • Aprovechar el tiempo libre para leer y mantenerse al día
  • Motivarnos con los ejemplos de superación y de colaboración altruista que vemos en la televisión
  • La oportunidad de repensar la vida loca que vivimos
  • Aprender a disfrutar de las cosas sencillas, entre ellas estar con aquellos a los que queremos. 

Ahora mismo es importante hacer una lectura rápida de lo que pasa cada día, leer entre líneas y empezar a poner en marcha acciones. Así, saldremos fortalecidos de la situación. Afortunadamente, ahora tenemos el tiempo que normalmente nos falta para parar, reflexionar y crecer en madurez y empatía hacia nosotros mismos y también hacia los demás.Todo esto, efectivamente, necesita un determinado grado de madurez. Serán las personas más predispuestas al cambio y la adaptación las que saldrán de esta situación renovadas. Por suerte siempre podemos elegir en qué lado queremos estar..


Conclusiones


Todos y cada uno de nosotros deberíamos luchar por situarnos en la parte exterior del círculo. ¡Basta con intentarlo!, no se exige otra cosa que dar lo mejor de uno mismo. Esforzarse. Ya está. Y cada cual, que llegue donde pueda.

Lo miedos que nos atenazan estos días son extrapolables a los desasosiegos con los que tenemos que convivir en nuestro día a día. No sirve de nada lamentarse: es más, hay que estar atento y en estado de alarma por si hubiera que salir a echar una mano. Tu comunidad lo necesita, hoy, más que nunca. 

Ojalá reaccionemos a tiempo y seamos, de verdad y de corazón, parte de la solución, y no del problema. Yo lo tengo claro desde el principio: me gusta crecer, y por lo tanto viajaré hacia la Zona de Crecimiento...viviendo el Presente y pensando en el Futuro.