Me produce un poco de perplejidad la reacción de la gente ante el Coronavirus, en lo relativo básicamente a tres aspectos:
- La reacción humana frente a los contaminados de nuestra misma especie
- La reacción humana frente a otras razas a las que, de alguna manera, señalamos por haber sido las primeras afectadas: los chinos
- La impaciencia por la espera a la futura vacuna.
- La tendencia insidiosa que tenemos de dar soluciones sencillas a problemas complejos: lo que viene a ser el populismo de la ciencia
Y es que estamos tan acostumbrados a que la ciencia nos solucione los problemas, confiamos tanto en ella, que cuando la naturaleza aprieta y nos entran las prisas por una encontrar una solución nos llegamos a indignar con ella: ¡Una solución ya!, exigimos. Y mientras tanto nos ponemos nerviosos y vaciamos las estanterías de los supermercados, agotamos las mascarillas en las farmacias. ¡Que les den a los que realmente las necesitan!. Y a todo esto una segunda derivada: ¿por qué no le preguntamos a Cristiano Ronaldo o a Lionel Messi para que nos solucione la papeleta? Donde están los héroes de Mujeres y Viceversa para dar salida a esto?.
Especial sonrojo producen los comentarios relacionados con las soluciones fáciles a problemas complejos, algo muy parecido al populismo reinante hoy en día. Y a como damos solución a una pandemia: ¡como si tuviéramos una cada día!. Tenemos la tendencia natural a explicar lo que ha sucedido, del mismo modo que los analistas de la bolsa explican a agua pasada el comportamiento del mercado de valores. Dicho lo cual, refleja una sociedad anestesiada y conformista, dormida y pasiva, que queda a la espera de lo que pueda venir sin mover un dedo y el método científico, con la boca abierta por lo que ven por la tele.
El coronavirus nos reta como sociedad más que como especie animal, y la ciencia se merece una confianza, unos tiempos y un respecto que se ha ganado durante los últimos 220 años. La batalla que libramos contra la muerte y la naturaleza es, a fecha de hoy, una batalla perdida, por mucho que Harari anuncie lo contrario en sus libros.